Este cuadro capta la esencia del mágico Valle de Cocora, donde las esbeltas palmas de cera se alzan hacia el cielo, envueltas en la neblina de la mañana que cubre suavemente las montañas. Los verdes intensos de la vegetación contrastan con el azul profundo del cielo y las nubes bajas, creando una atmósfera de misterio y serenidad. La textura de las palmas, altas y delgadas, parece danzar en el viento, mientras que las colinas ondulantes en el fondo sugieren una profundidad sin fin. La pintura invita al espectador a adentrarse en este paisaje colombiano único, evocando la frescura y tranquilidad de la naturaleza virgen del Cocora.